EL CINE ARGENTINO EXISTE, AUNQUE QUIERAN NEGARLO.
- Colectivo de Cineastas
- hace 2 horas
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El 26 BAFICI nos encuentra sumergidxs en una maraña de sentimientos. Celebramos fuerte cada estreno y cada proyección de las películas nacionales que fueron programadas, felicitamos fuerte a cada equipo que participó en cada una de ellas, aplaudimos fuerte cada historia compartida. Sin embargo, la perspectiva del presente se torna cruel. El Instituto Nacional de Cine se transformó en una pesadilla: en el tiempo que lleva la actual gestión, ninguna película recibió apoyos nacionales. Los escasísimos concursos abiertos para nuevos proyectos no están cumpliendo sus propios calendarios, y la incapacidad de las autoridades de formar siquiera un jurado, no hacen más que reafirmar la desidia en la que se ve envuelto el INCAA. Los pasillos del edificio de la calle Lima están vacíos, se ve concretamente la desfinanciación de programas y áreas que acercaban el cine a las personas. Los despidos llegan a 500 familias. No hay respuestas claras para las películas que quedaron varadas. Sin adelantos de subsidios ni reglas claras para asumir co-producciones internacionales, las películas se están quedando en el camino.


Repetimos, fuerte, que vamos a seguir haciendo cine, como sea. Porque es nuestra forma de vida, porque es lo que sabemos hacer, porque de esta profesión aprendimos a vivir y a compartir. Repetimos que vamos a seguir haciendo cine porque también es un derecho. Así lo aprendimos y así necesitamos defenderlo. Porque el cine es una forma de acercarnos, de contar, de vernos unxs a lxs otrxs. El cine es una forma de empatizar. Habrán películas más austeras, filmadas con celulares, producciones cada vez más chicas. Pero el problema no es la falta de tecnología, sino la indiferencia que se percibe frente a lo que nos pasa. La crisis profunda que estamos viviendo como sector, no solo afecta a la cantidad de películas: es la capacidad que tiene nuestra sociedad para contarse a sí misma. Cuando un país abandona su cultura, no solo pierde una industria. Pierde el lenguaje para entender sus propios conflictos y soñar su futuro.
Como amamos el cine seguramente sigamos haciendo películas pero nos preguntamos cómo vamos a hacerlo. Frente a un mercado que homogeniza las producciones y tiende a monopolizar los sistemas de distribución, las políticas públicas son una necesidad para que la pluralidad tenga lugar. Tenemos una ley de cine y un Instituto con recursos propios que hoy no están siendo puestos para fomentar al cine, tampoco hay proyectos en el corto y mediano plazo para apoyar e incentivar a toda la diversidad del cine que se produce en todo el país. Como cineastas argentinxs, trabajadorxs de la cultura, seguimos bregando por recursos públicos para sostener una cadena de valor que es económica y también simbólica. Porque el cine argentino existe, aunque quieran negarlo.

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