Hace pocos días comenzó a circular un borrador del Decreto que fija los topes de subsidios a la producción cinematográfica. Según la Ley vigente, con cada nueva actualización del Costo Medio de una Película Nacional se deben fijar, vía decreto del Ejecutivo Nacional, los topes a los cuales pueden acceder las producciones de distinta índole. Sin embargo, el borrador que está circulando no sólo establece topes bajísimos para la producción independiente sino que además incluye nuevos artículos que buscan modificar perjudicialmente al fomento.
En primer lugar, el borrador establece que puede destinarse un 50% como máximo del Fondo de Fomento Cinematográfico a las producciones audiovisuales y omite establecer el mínimo que debe destinarse a las películas (este mínimo en todas las gestiones desde la existencia de la Ley de Cine ha sido del 50%). Esto deja a la Industria a merced del Ejecutivo del INCAA de turno que tendrá el poder de decidir qué parte del Fondo de Fomento se designará a la producción, generando la posibilidad de que sea nula.
En medio de un contexto de crisis económica nacional esto nos parece un descuido intencional. Cuanto más necesitamos que se fortalezcan las herramientas legales para sostener a la Industria Cinematográfica, las acciones que toma el INCAA generan mayor inestabilidad e incertidumbre.
En segundo lugar, establece nuevas normativas acerca del reconocimiento de costos en territorio nacional, impone topes al reconocimiento de costos como solo el 50% de los honorarios en los rubros de Dirección y Producción, o el 75% en los rubros que se desprenden de las etapas de producción y post-producción. Cabe aclarar que los costos en relación a la masa salarial de equipo técnico están reconocidas en un 100%. Esta diferenciación sobre los honorarios precariza aún más el trabajo de quienes destinan años y años para el desarrollo, producción, postproducción, distribución y comercialización de las películas. ¿Por qué se le baja el valor, reconociendo sólo el 50% de su costo real? En esta pregunta, lo que analizamos es que el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales busca que en los diseños de producción ingresen capitales privados que solventen estos costos.
En la realidad de la Industria Nacional, son pocas las películas que se sostienen con capitales privados. Otras tantas logran acceder a través de una competencia feroz a los pocos fondos internacionales concursables, pero no son la mayoría. Estas medidas provocan que se disminuya la producción, y en ese camino las producciones que desaparecen son aquellas que más necesitan al Estado para su fomento, como las cinematografías de las provincias fuera de CABA y Región Metropolitana (en donde se concentra 90% de la producción), o también las primeras o segundas películas de nuevos y nuevas realizadoras y productoras. Es una traba más para las producciones de pequeñas y medianas empresas, quienes han sufrido fuertemente la crisis económica producida post macrismo y post pandemia.
Por último, los topes que se establecen a los subsidios profundizan la lógica de concentración: los que más dinero de privados tienen, más dinero se llevan del Estado. No comprendemos por qué igualan las producciones de bajo presupuesto a las producciones de presupuesto elevado en el porcentaje máximo a percibir en concepto de la totalidad de subsidios (un 50%). Y promueve que las películas de presupuesto medio accedan al tope de subsidios en un 70%, aclarando que las películas de presupuesto medio que el INCAA establece no son la mayoría de las producciones que se realizan en nuestro país (esto ha quedado de manifiesto en las primeras reuniones del Consejo Asesor, por parte de la voz de las Consejeras Regionales, como de les representantes de Productores y Directores). Una película de 96 millones de pesos requiere sí o sí de capitales privados de gran escala para su financiación. No es la realidad de la producción del Cine Nacional y creemos que el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales tiene que bregar por el espíritu de la Ley de Cine, fomentando y protegiendo a las cinematografías locales y no dejando el camino liberado para que las grandes plataformas hagan sus negocios a costa de nuestra soberanía audiovisual.
Este borrador del Decreto rearma el mapa de quienes podrán seguir produciendo cine en Argentina. Lejos de fomentar una cinematografía representante de la diversidad, apunta a seguir concentrando cada vez más las representaciones y las miradas. Dentro de la Comunidad Cinematográfica los espacios de articulación, debate y construcción son muchos. Estos últimos tiempos nos hemos encontrado para pensar y elaborar de manera conjunta propuestas que respondan a las necesidades específicas de cada cinematografía. Desde la Presidencia del INCAA hubo siempre dilaciones y subestimaciones a las voces de representantes de la Industria. Los espacios institucionales, como el Consejo Asesor, órgano de cogobierno, también son ninguneados por el Presidente y su equipo.
Este año se suma la situación de inestabilidad generalizada por el vencimiento en el mes de diciembre de la percepción de recursos de asignación específica, sancionada de manera express por el Congreso en diciembre de 2017 a través del artículo 4° de la Ley 27.432. Si logramos que el proyecto de ley del Diputado Carro sea tratado y votado a favor en el Congreso, lograremos que no se pierda el Fondo de Fomento Cinematográfico y con él, todo lo que se sostiene por su existencia (escuelas de cine, trabajadores y trabajadoras, biblioteca, investigación, Espacios INCAA, Red de Festivales Nacionales, la posibilidad de la Cinemateca, entre muchas cosas más). Convivimos con esta incertidumbre y el riesgo de que se pierda la autarquía del Instituto de Cine. Además, sabemos que con esto no alcanza porque las políticas que está aplicando Luis Puenzo son en detrimento de la soberanía audiovisual, de la redistribución federal de los recursos y de la diversidad de miradas.
Cuando decimos que defendemos al cine nos referimos a todo lo que significa para nosotros y nosotras, es difícil de explicitar en un comunicado. No es solamente nuestra profesión y nuestro trabajo. Sino que es la herramienta cultural que tenemos como sociedad. Nuestra memoria colectiva. No es solamente la producción de películas, sino también su preservación y su encuentro con la gente. El reencuentro con las películas que nos cuentan como sociedad, las de hoy, las del ayer y también todas las del futuro. Por esas películas peleamos, por la insistencia de las voces que nos cuentan generación tras generación.
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